martes, 31 de agosto de 2010

EL PECADO



        El pecado es descrito en la Biblia como la trasgresión a la ley de Dios (1 Juan 3:4) y rebelión contra Dios (Deuteronomio 9:7; Josué 1:18). El pecado tuvo su origen con Lucifer, el “Lucero, hijo de la mañana”, el más hermoso y poderoso de los ángeles. No contento con ser todo esto, el deseó ser semejante al Dios altísimo, y esa fue su caída y el inicio del pecado (Isaías 14:12-15). Cambiado su nombre a Satanás, él trajo el pecado a la raza humana en el Jardín del Edén, donde tentó a Adán y Eva con la misma seducción “...seréis como Dios,..” Génesis 3 describe su rebelión contra Dios y contra Sus mandamientos. A partir de ese momento, el pecado ha pasado a través de todas las generaciones de la raza humana, y nosotros como descendientes de Adán, hemos heredado el pecado de él. Romanos 5:12 nos dice que, a través de Adán el pecado entró al mundo, así que la muerte pasó a todos los hombres porque “la paga del pecado es muerte...” (Romanos 6:23).

       A través de Adán, la heredada inclinación al pecado entró en la raza humana y los seres humanos se volvieron pecadores por naturaleza. Cuando Adán pecó, su naturaleza interior fue transformada por su pecado de rebelión, acarreándole la muerte espiritual y la depravación, la cual pasaría a todos aquellos que fueran después de él. Los humanos se volvieron pecadores, no porque ellos hayan pecado, ellos pecaron porque eran pecadores. Esta es la condición conocida como – la herencia del pecado. Así como heredamos características físicas de nuestros padres, así también heredamos nuestra naturaleza pecaminosa de Adán. El rey David lamentaba esta condición de la naturaleza humana caída en el Salmo 51:5 “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”

      Otro tipo de pecado es el conocido como pecado imputado. Usada tanto en asuntos financieros como legales, la palabra griega traducida como – imputación – significa tomar algo que pertenece a alguien y acreditarlo a la cuenta de otro. Antes que fuera dada la Ley de Moisés, el pecado no era imputado al hombre, sin embargo aún así los hombres eran pecadores porque heredaron el pecado. Después que la Ley fue dada, los pecados cometidos en violación a la Ley fueron imputados (acreditados) a ellos (Romanos 5:13). Aún antes que las transgresiones de la Ley fueran imputadas al hombre, la paga por el pecado (muerte) continuó reinando (Romanos 5:14). Todos los humanos, desde Adán hasta Moisés, estuvieron sujetos a muerte, no por sus acciones pecaminosas contra la Ley Mosaica (la cuál aún no tenían), sino por su propia y heredada naturaleza pecaminosa. Después de Moisés, los humanos estuvieron sujetos a muerte tanto por el pecado heredado de Adán, como por el pecado imputado por violar las leyes de Dios.

       Dios usó este principio de imputación para beneficio de la raza humana, cuando Él imputó el pecado de los creyentes a la cuenta de Jesucristo, quien pagó la pena por el pecado (muerte) en la cruz. Imputando nuestro pecado a Jesús, Dios lo trató como si Él fuera un pecador, aunque Él nunca lo fue, y lo hizo morir por los pecados de todos aquellos que creyeran en Él. Es importante entender que el pecado fue imputado a Él, pero Él no lo heredó de Adán. Él sufrió el pago por el pecado, pero Él nunca fue un pecador. Su naturaleza pura y perfecta no fue tocada por el pecado. Él fue tratado como si hubiera sido culpable de todos los pecados que se han cometido por todos los que creerían, aún cuando Él no cometió ninguno. En cambio, Dios imputó la justicia de Cristo a los creyentes y acreditó nuestras cuentas Su justicia, al igual que Él le acreditó nuestros pecados a Su cuenta (2 Corintios 5:21).

       El pecado personal es aquel que es cometido día tras día por el ser humano. Por haber heredado la naturaleza pecaminosa de Adán, cometemos pecados individuales y personales – todos ellos, desde la aparentemente inocente mentirilla, hasta el homicidio. Aquellos que no han puesto su fe en Jesucristo, deben pagar el castigo por estos pecados personales, así como por el imputado pecado de herencia. Sin embargo, los creyentes han sido liberados de la condenación eterna del pecado (infierno y muerte espiritual). Ahora podemos elegir si cometer o no pecados personales, porque tenemos el poder de resistir al pecado a través del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros, santificándonos y dándonos la convicción de nuestros pecados cuando los cometemos (Romanos 8:9-11). Una vez que confesamos nuestros pecados personales a Dios y le pedimos perdón por ellos, somos restaurados a un perfecto compañerismo y comunión con Él. “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).



         El pecado heredado, el pecado imputado, y el pecado personal – todos han sido crucificados en la cruz de Jesús, “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).






Yo soy Jesús (Rabito)




domingo, 22 de agosto de 2010

AMOR, FE Y ESPERANZA

  
comentarios para hi5



La Fe la Esperanza y el Amor

Hoy permanecen la fe,
la esperanza y el amor;
pero de estos tres
el amor es el mayor

Fe, es la expectativa
de las cosas por venir
pero cuando se hace perceptiva
la fe termina muy feliz.

La esperanza es lo esperado
sobre algo que nos suceda;
pero la esperanza ha acabado
cuando esto nos llega.

Pero el amor es
algo que siempre perdura
es el mayor de los tres
por que el amor nos madura.

Por amor lloramos
cantamos y reimos;
por amor sufrimos, perdonamos,
suspiramos y vivimos.

Nunca falla el amor
y asi Dios lo quizo,
por amor damos el corazon
y disfrutamos de nuestro paraiso.

Con amor todo se puede
sin amor no tenemos nada,
por que el amor nos mueve
a querer a la persona amada.

Por eso; la fe tendra su finalidad
y a la esperanza le llega su esplendor
Pero por toda la eternidad
sera lo primero el amor.

El amor nunca se acaba
...nunca falla!
Jorge Rodriguez. .



El Amor de Dios - Juan 15:13
 El amor de Dios por nosotros, está representado gráficamente en el sacrificio que Él hizo por nosotros. "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13).
            Jesucristo es el único y eterno Hijo de Dios.  Es el Alfa y el Omega, el Gran YO SOY,  el "Dios Todopoderoso"  por el cual fueron creadas todas las cosas  y en él todas las cosas subsisten El se humilló a sí mismo de tal manera. Fue hecho carne y habitó entre nosotros. Jesús, Dador de la Vida, se dio a sí mismo en la cruz ¡en el mayor acto de amor que el mundo ha conocido jamás! Al hacer esto nos libró de nuestros pecados, eficazmente clavándolos consigo mismo en la cruz. De esta manera, Él, que no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros.

            "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él (Juan 3:16-17). Jesucristo amó tanto al mundo que se dio a Sí mismo por él, desde Sus derechos y privilegios como Hijo único y eterno de Dios, ¡hasta Su propia vida! Si usted desea ver el amor de Dios, mire la cruz. "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: En que Dios envió a Su Hijo unigénito, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros primero, y envió a Su Hijo en propiciación por nuestros pecados" (1a de Juan 4:9-10). "Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23).
El Amor de Dios - ¡Es para Usted!
            El amor de Dios nos ha sido revelado y ahora Él está a la puerta y llama. Depende de cada individuo el buscar una relación personal con Dios o el rechazarlo rotundamente. La única barrera entre nosotros y el amor de Dios es nuestro libre albedrío.  Jesucristo es la puerta. "Jesús dijo: ´Yo soy el camino y la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no por Mí´" (Juan 14:6). La salvación es un regalo gratis comprado y pagado con la sangre de Cristo.







Lo que es la fe

Para entender la fe es necesario conocer también la esperanza ya que son cosas diferentes, pero las dos trabajan juntas para que podamos recibir de Dios sus promesas. La fe se encuentra en el tiempo presente mientras que la esperanza en el futuro nunca nos ofrece la seguridad que tendremos las cosas que esperamos recibir, pero lo que nos da la seguridad y lo hace real es la fe lo que hace la esperanza es trazarnos la meta mientras que la fe la realiza.
Nuestra salvación es por la fe en Cristo Jesús y a través de la fe en El tenemos la certeza que muy pronto vendrá por su pueblo como lo prometió en Jn. 14: 1-3.
Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que vamos a obtener lo que esperamos, es estar seguro de algo que existe aun cuando nuestros ojos físicos no lo puedan ver.
Para el creé todo es posible. Jesús dijo: que resucitaría el tercer día y así fue y antes de irse a la diestra del Padre dijo que sus mismas señales seguirían a los que creyeran y aún cosas mayores harían porque él iba al padre y todo lo que pidiésemos a él, no los daría, promesa de Jesús para todo aquel que creé en su palabra la acepta y obedece sus mandamientos. 
Abraham no creyó lo que sus sentidos le decían, no creyó lo que sus ojos veían; él estaba completamente convencido de que Dios iba a cumplir la promesa que le había hecho y su fe trajo como resultado el nacimiento de su hijo Isaac cuando tenía cien años.
Abraham no miró las cosas que se veían, sino lo que no se veía la palabra de Dios.
Nuestros ojos siempre deben estar firmes en la Palabra de Dios, sabiendo que ella nos va a traer las cosas que estamos deseando.
A sí también vemos que Moisés  cuando salió de Egipto y éste mismo le  perseguía hubo un momento en que Moisés se encontró como vencido, pués al frente tenía al mar Rojo y a espaldas al pueblo  enemigo, me parece que en ese momentoa Moisés no tenía escapatoria según mi forma hunama de pensar y  el mismo pueblo que el llevaba le reclamaba por que sus vidas corrían peligro Moisés viendo la situación en que se encontraba clamó a Dios quizás en ese momento no sabía que hacer ¿y saben lo que Dios le dijo?  ¿Por que clamas a mí? Avanza  golpea las aguas con tu vara y habre el mar en dos,  el mismo como que no se había cuenta del poder que Dios le había entregado.
La fe siempre está viendo la Palabra de Dios y tomándola como una realidad aunque las circunstancias por las que estemos pasando parezcan ser contrarias a lo que Dios promete. Para Dios no hay nada, nada imposible, solo créele  Dios y verás su gloria.













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Doris Machin






LA LEY Y LA GRACIA


    

Hay en el hombre la tendencia a confundir los principios de la ley con los de la gracia, de tal suerte, que ni la ley ni la gracia puedan ser bien comprendidas. La ley es despojada de su austera e inflexible majestad, y la gracia de sus divinos atractivos. Las santas exigencias de Dios permanecen sin respuesta, y el sistema anormal creado por los que así mezclan la ley y la gracia, ni llena ni satisface las profundas necesidades del pecador.
    La ley es la expresión de lo que el hombre debiera de ser, y la gracia demuestra lo que Dios es. ¿Cómo, pues, pueden formar unidas un solo sistema? ¿Cómo podría salvarse el pecador en parte por la ley y en parte por la gracia? Imposible. Es necesario que sea salvado por la una ó por la otra.
“La ley por Moisés fue dada: más la gracia... por Jesucristo fue hecha”. En la ley no había gracia ni misericordia. “El que menospreciare la ley de Moisés... muere sin ninguna misericordia”. Hebreos 10:28. “Maldito el que no confirmase las palabras de esta ley para cumplirlas”. Deut. 27:26.
    El lenguaje de la gracia no es en el monte Sinaí donde se debe buscar. Jehová se manifiesta allí rodeado de una majestad terrible, en medio de tempestad, truenos, relámpagos y fuego, advierte al pueblo que no se acerque, que se mantenga lejos, porque “cualquiera que tocare el monte de seguro morirá”. Aquellas circunstancias no son las que acompañan una dispensación de gracia y de misericordia. En cambio, encajaban perfectamente en una dispensación de verdad y de justicia. La ley no era otra cosa. En la ley Dios declara lo que el hombre debe hacer y lo maldice si no lo hace. ¿Cómo podría obtener la vida por la ley? La verdad es, como Pablo nos enseña, que “la ley entró para que el pecado creciese”. (1) (Romanos 5:20).
    La ley era, en cierto sentido, como un espejo perfecto, enviado del cielo a la tierra para revelar al hombre cuanto se había desfigurado moralmente. Pero si tiro una plomada perfectamente justa a lo largo de un tronco tortuoso, el plomo me mostrará las desviaciones del árbol, pero no lo enderezará.
Cuando Dios proclamó la ley, el pacto de las obras desde lo alto de aquel Sinaí, envuelto en fuego, lo hizo en un idioma y dirigiéndose exclusivamente a un pueblo. Pero cuando Cristo resucitó de entre los muertos, envió sus mensajeros de salvación y les dijo: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura”. El caudaloso río de la gracia de Dios, cuyo lecho había sido descubierto por la Sangre del Cordero, debía desbordarse por la energía del Espíritu Santo, mucho más allá del estrecho recinto del pueblo de Israel y derramarse en abundancia sobre un mundo manchado por el pecado. Cuando Dios le dio la ley a Moisés, y éste bajó del monte con las tablas, aquel día tres mil israelitas fueron muertos. ¡Que cuadro tan fiel de lo que era el ministerio de la ley tenemos en Éxodo 32, cuando Moisés desciende y arroja las tablas al suelo, ante la realidad del pecado del hombre, y las tablas se hacen pedazos, simbolizando la fragilidad de aquel pacto que el hombre no podría cumplir, y seguidamente la muere de los tres mil como bautismo de sangre de aquel ministerio de muerte y de condenación! En cambio, cuando descendió el Espíritu Santo en los días de Pentecostés, tres mil muertos en delitos y pecados fueron salvados.
     La ley es como un acreedor que nos asfixia cada día con las cuentas, exigiéndonos que le paguemos hasta el último céntimo de una deuda que aumenta por momentos, mientras que nosotros estamos cada vez en peores condiciones económicas.
   Ahora bien, la ley no tiene contemplaciones, ni rebaja la deuda, ni perdona un solo céntimo al deudor. Mientras el pecador no contemple así la ley, como a un cobrador de entraña de “piedra” y sin misericordia, está teniendo un concepto errado de la ley. Cristo, como autor de la gracia, es como un mediador entre dos, digamos deudor y acreedor, que dándose perfecta cuenta de lo implacable del acreedor y de la insolvencia del deudor, se presenta a pagar él la deuda, toda la deuda. ¿Por qué lo hace? Porque es misericordioso. Cuando la ley y la gracia no se ven así, es que no se ven como son.

    Muchos, entre los que están los católicos romanos, los adventistas y otros, hacen una mezcla de gracia y ley, de Cristo y obras, que talmente parece que la ley perdona la mitad y el Señor paga la otra mitad. Como si el Señor me salvara un poco y yo tuviera que salvarme otro poco. Tal es la posición del adventismo. Cristo les salva si ellos cumplen la ley, o a lo menos, desde determinado momento.

    Esto es despojar a Cristo de su hermosura y a la ley de su ira. La ley y la gracia nunca jamás estarán de acuerdo. Esta diferencia está bien marcada en Hechos 15:10-11: “Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo (esto es la ley) que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido llevar?”
Así que la ley era un yugo imposible de llevar, antes, ahora y siempre. ¿Cuál era, entonces, la esperanza de salvación de los apóstoles? “Antes por la gracia del Señor Jesús creemos que seremos salvos”.
El diccionario define la “ley” como: “Regla obligatoria”, y la “gracia” como: “Favor que hace uno sin estar obligado a ello”. Una corta definición de gracia pudiera ser: “el amor y favor de Dios para con los que no lo merecen”.
    Cristo ofrece la salvación, la vida eterna y el hombre no tarda más en tenerla que lo que tarda en aceptarla por fe. En todo esto las obras del hombre no entran para nada. El hombre es salvo desde que cree ó si no, ¿qué dicen estos versículos de la Palabra de Dios?: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida”. (Juan 5:24) “El que oye y cree”, nada de obras. El que oye y cree, “tiene vida eterna”. ¿Cuándo tiene vida eterna? Desde el momento en que oye y cree.










¿Qué es lo que hace la ley? Dice Pablo: “La ley obra ira”. (Romanos 4:15). Precisamente la gracia viene en auxilio del que es perseguido por la ira de la ley. Por eso es que la salvación “es por fe, para que sea por gracia”. (Romanos 4:16). ¿Para qué fue puesta la ley? ¿Para que el hombre fuese salvo por ella? No. “La ley empero entró para que el pecado creciese”. Y esto es lo único que hace la ley, aumentar el pecado; pero gracias a Dios que cuando el pecado creció, por el ministerio de la ley, “entonces, sobrepujó la gracia”. (Romanos 5:20). No quiere esto decir que la ley sea pecado ó que sea mala, nada de eso, el pecado donde está es en el hombre, siendo nosotros los malos, ya que la ley en sí es buena. Pero como nosotros no somos buenos, la ley nos condena y la ley no tiene misericordia ni se compadece de nadie. De aquí precisamente la suprema necesidad del antídoto de la ley, la gracia. El que se quiera salvar por cumplir la ley es porque “ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sujeta a la ley de Dios”. (Romanos 10:3).

    Y voy a citar un versículo que dice algo, tanto como que establece la incompatibilidad y lo irreconciliable de que el pecador pueda ser salvo por gracia y por guardar la ley al mismo tiempo. Me refiero a Romanos 11:6: “Y si por gracia, luego no por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”. Esto demuestra que la salvación no puede ser por gracia y por obras; tiene que ser gracia sola ó por obras solas. Y ¿a qué obras se refiere aquí? ¿Se refiere a la ley? Puede verse comparando el texto citado con Romanos 3:20, donde dice: “Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él”. Y escribiendo Pablo a los gálatas (2:16) les decía: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo”. En Efesios 2:8-10, dice: “Porque por gracia sois salvos por la fe”. Léelo bien lector y grítalo para que suene lejos: “Por gracia sois salvos por la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios”. Aun de la fe no se puede gloriar el hombre, porque también es don de Dios. “Por gracia sois salvos por la fe...”, y añade Pablo para que no haya lugar a dudas: “no por obras, para que nadie se gloríe”.Y afirma enfáticamente que la justificación es por fe, solamente por fe. Pero la fe que alcanza la justificación delante de Dios, es una fe viva, una fe que cree y obra en consecuencia; por eso dice Pablo: “Por gracia sois salvos por la fe... no por obras”.

     Pero cuando el creyente ha sido salvo por gracia, mediante la fe y regenerado por el Espíritu Santo, Pablo afirma que el fruto de la justificación por la fe, la salvación por gracia, será una vida de obras abundantes que justifiquen. ¿A quién? ¿Al hombre? No, que justifiquen la fe, que salvó al hombre de fe. Por eso dice: “Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas”.
Dice Pablo escribiéndole a Tito: “La gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres se manifestó”. ¿Qué es lo que trajo la ley a los hombres? La palabra de Dios responde: “La ley entró para que el pecado creciese”. Luego, la ley a pesar de ser “santa, justa y buena”, vino a ser para el hombre, un “ministerio” de pecado, de “ira”, de “condenación” y de “muerte”, y estoy citando palabras textuales de Pablo en Romanos y segunda Corintios. ¡Pero la gracia de Dios trae a los hombres salvación! ¡¡Aleluya!!
Salvación, “no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó... para que justificados por su gracia, seamos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:4-7).”Así que concluimos ser el hombre justificado por la fe sin las obras de la ley”. (Romanos 3:28). Y el hombre justificado, por el único medio que puede serlo, por la gracia de Dios, ya “no está bajo la ley sino bajo la gracia” (Romanos 6:14). Esto está claro ó pocas cosas pueden estar claras en el mundo.








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lunes, 16 de agosto de 2010

ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS


    Esta es una de las más grandes promesas que Dios le ha hecho a los que en él creen; “Él se dará a conocer a cada uno de ellos” Estas palabras dichas por el profeta Jeremías llevaban en su tiempo esperanzas para el pueblo de Israel, pero el Señor en su misericordia también hablaba de lo que haría con todos los pueblos que creyeran a su palabra. Por eso podemos decir con toda seguridad que la promesa de un nuevo pacto nos alcanza a nosotros también, pues este nuevo pacto se realizó en la persona de Cristo Jesús (EFE 3: 1-7) 
   También la palabra nos anima de la siguiente manera: “Así que, hermanos, tenemos libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne. También tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios. Acerquémonos, pues, con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura” (HEB 10:19-22).


 
 
¿Porqué Dios nos hizo esta promesa?
¿Porqué la Biblia nos anima una y otra vez a hacerlo?
¿Será tan importante que cada uno de nosotros tenga un encuentro con Dios?
 
SI DEJO QUE DIOS ME CAMBIE TAMBIÉN CAMBIARÁN LOS DEMÁS 
   
   Al experimentar lo bueno de la gracia y el perdón de Dios, nos invade un deseo en nuestros corazones: “Quiero que los demás también cambien su manera de vivir, como el Señor ha hecho conmigo” y empezamos a realizar todo un sinnúmero de esfuerzos para poder lograrlo, o si podemos de alguna manera, colaborar con Dios en cumplir sus propósitos en ellos.
   En esto ponemos empeño, muchas buenas intenciones y hasta gran parte de nuestro tiempo. Aunque estas cosas no sean malas, tenemos que reconocer siempre que el poder y los tiempos son de Dios. 

  

  Nadie tiene el mejor método que él para lograr tales cosas; y en este aspecto, esta promesa de Dios de que cada uno puede encontrase personalmente con él, la iniciativa es de Dios. Él está continuamente llamando nuestra atención para que nos acerquemos a donde él está. Esto tiene dos aspectos bien fundamentados: 
  •   A veces nos encontramos tan enfrascados en nuestras tareas(incluso en la obra de Dios) que no logramos entender que él quiere pasar tiempo junto a nosotros, intimar así como un Padre anhela pasar tiempo junto a sus hijos. Para el Señor es esencial que le tengamos como prioridad en nuestras vidas, ese es el gran mandamiento (MAT 22: 34-38)
  •  Dios nos quiere asegurar que realmente es él quien nos llama; para que no dudemos en ir vayamos tras falsos llamados (ISA 44: 6-8) (vs. 3-4) Es un asunto decisivo que respondamos al llamado del Señor. Si no realizamos este paso,no podremos disfrutar nunca de todo lo demás que viene. Esta es una decisión que nos corresponde a cada uno de nosotros personalmente tomar.
  • Como es Dios quién toma la iniciativa las cosas se deben ejecutar a su manera, y no simplemente a la manera que nosotros entendemos correcta, o a la manera que se nos han enseñado.
  


   La obra de Dios se lleva a cabo con sus instrumentos. Para que sea totalmente genuina debemos llevar su sello por todas partes. La vara que el profeta usaba en sus funciones diarias tuvo que ser cambiada por la vara de Dios. 
   De igual manera nosotros somos instrumentos de Dios y también tenemos que ser renovados para obrar dentro de su reino (vs. 6-7) (2 COR 5: 17) Al tener que meter la mano en el pecho habla de que Dios nos quiere renovar de todo nuestro corazón, quiere cambiarnos hasta lo más íntimo para poder desplegar a través de
nosotros todo su poder. 





 Si el encuentro con Dios logra el impacto deseado nos dispondremos a cumplir de inmediato con la misión que nos fue encomendada. Si no la hacemos, entonces no notaremos su fidelidad a las promesas dadas. Moisés fue revestido con el poder y la autoridad de Dios, pero esto era para ir a Egipto y liberar al pueblo Israelita. Esto no se efectuaría al no ser que el siervo fuera hasta allá.(vs. 27-30) Dios quiere que compartamos luego con los demás lo que hemos recibido. Quiere que contagiemos a los demás con sus cosas para que así su gloria corra entre los pueblos. Moisés siguió pasos concretos.
I. Primero fue a donde estaba su familia. La cosa debe empezar por casa. No podemos ir a comunicar el mensaje a los demás y dejar a nuestros más allegados fuera de las bendiciones y los deseos de Dios (CANT 1: 6b)
II. C ompartió luego con Aarón lo que Dios le había ordenado. No debemos ser egoístas y querer llevarnos todo el protagonismo de la obra. Juntos logramos más cosas y hacemos más efectivos nuestros esfuerzos. La unidad es de Dios. El mismo es el ejemplo de una perfecta unidad, por eso nos recomienda en 4: 9-12) Jesús también envió a sus discípulos de dos en dos.
III. Luego ambos comunicaron a los líderes lo que Dios quería hacer. No debemos olvidar los dirigentes que Dios a organizado sobre su pueblo (HEB 13: 17). Los llaneros solitarios de la fe, que piensan que no necesitan de nadie más para cumplir los designios del Señor, sin duda están errados (SALM 68: 6)
IV. Después le mostraron al pueblo lo que acontecería por la mano y el favor de su Dios. La voluntad del soberano debe ser comunicada a todos. Recordemos que él se nos reveló para que “todos los pueblos le vean y le conozcan” (SALM 97: 6)
(vs. 31) Todo esto produjo un avivamiento dentro del pueblo Israelita. Esto condujo a que realizaran la voluntad de Dios. Los Israelitas creyeron al anunció del Dios de sus padres y recibieron consuelo al comprobar que su Dios realmente había estado pendiente de ellos todo el tiempo, que había escuchado su aflicción y estaba dispuesto a ayudarles. Ellos se inclinaron y adoraron a Dios, que es lo que él está buscando y lo que él merece. 




   El final es muy interesante e impactante ver como toda una nación se postra y adora, pero todo esto Dios lo logró a través de la disposición de un hombre para responder a su llamado e ir
a encontrarse con él, dejarse transformar, y ser obediente a su voluntad. Él quiere hacer lo mismo con nosotros en este tiempo.   Tenemos en nuestro corazón la capacidad de responder adecuadamente. Su promesa sigue vigente “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra” (2 TIM 2: 21).



ROJO (tu amor hace eco en todo mi universo)


sábado, 14 de agosto de 2010

NUEVO PACTO

NUEVO PACTO

   Pacto. Es un convenio, acuerdo o contrato entre dos o más partes (individuos o grupos). El primer propósito de un pacto es para que ambas partes sean beneficiadas de tal transacción. Existen pactos bilaterales o unilaterales, condicionales e incondicionales.
    La idea de hacer un pacto o contrato es asegurar que lo que se ha acordado se va a cumplir. Si una de las partes en un Pacto no cumple con su responsabilidad, la otra parte o partes no tienen la obligación de cumplir con la de ellos. Además, se puede reclamar legalmente contra la parte que no cumplió su determinada labor. El Pacto obliga, una vez este ha sido ratificado "aceptado", no puede ser anulado ni invalidado, ni se le puede añadir ni quitar.

   Es importante entender que un Pacto es válido solo y únicamente dentro de las estipulaciones establecidas y solamente para las partes establecidas. Por ejemplo, cuando Dios hizo el Pacto con Abraham, lo hizo solo con él y su descendencia, la cual prometió seria bendecida. Dios tenía en mente una serie de bendiciones que afectarían directa y totalmente a esta descendencia, pero cuando el lugar donde se encontraban los descendientes de Abraham, Jacob y sus hijos sufrió una sequia, ellos tuvieron que viajar a Egipto para poder tener alimentos para ellos y sus animales. Esta bendición estuvo preparada de antemano para proteger a los Israelitas, descendientes de Abraham, pero en el proceso las bendiciones afectaron positivamente a los egipcios que no eran parte del Pacto.
    Dios escogió obrar de una manera especial con un solo pueblo para llevar a cabo Su plan redentor para toda la humanidad. «Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3).




   La promesa de bienes materiales en el pacto incluyó la promesa de la tierra como una heredad. Se necesitaría un lugar para la nación venidera, y este lugar fue designado como la tierra de Canaán. En Bet-el, al norte de Jerusalén, Dios habló a Abraham, diciendo: «Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate, vé por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré» (Génesis 13:14-17). En vista de esta promesa, Abraham vivió y viajó por esta tierra por el resto de su vida. Dios había hecho una promesa; cumpliría lo que había dicho.El pacto incluía la promesa de bendiciones espirituales. Puesto que las naciones del mundo serían benditas por medio de las bendiciones de Dios sobre los descendientes de Abraham, esta promesa debe de incluir algo más que las bendiciones materiales.  De veras que Dios ha bendecido a todo el mundo por medio de los descendientes de Abraham.   Fue por medio del pueblo hebreo que fue dada la revelación del Antiguo Testamento, pues todos los profetas eran hebreos. Fue por medio de la nación hebrea que recibimos el Nuevo Testamento, pues todos los escritores del Nuevo Testamento (con excepción de uno, según piensan algunos) eran hebreos. Hay que recordar también que el Señor Jesucristo era de la nación hebrea, de la tribu de Judá.




    Entendemos que la manera en que Dios trabaja o se relaciona con los hombres es a través de pactos. Esto lo entendemos porque encontramos que existen en la Biblia una serie de pactos establecidos por Dios entre él y los hombres.
    En la Biblia encontramos dos tipos de pactos. La Parte que inicia el Pacto se presenta describiéndose a sí mismo y lo que ha hecho, luego se presenta una lista de obligaciones a cumplirse por ambos o más partes.
    En el caso de Abraham vemos esto claramente, Dios llamó a Abraham para que saliera de la casa de su padre y pactó con él. En el caso del pueblo de Israel, Dios solamente trató con este pueblo. Dios escogió a Abraham para salvación de los de entre la casa de su padre, de los dos hijos de Abraham, solo escogió a Isaac y no a Ismael para traer la descendencia que recibiría salvación, de los hijos de Isaac, solo escogió a Jacob (Israel) y no a Esaú para traer la salvación, y de los de la casa de Israel seria salvo solo un remanente escogido.
   Cuando miramos la historia de la salvación, vemos que siempre ha sido igual la manera en que Dios ha tratado. El Pacto de Dios con Abraham fue para él y su descendencia, pero solo por la línea de Isaac no por Ismael, por Jacob y no por Esaú. En la actualidad, los hijos de Abraham de acuerdo al pacto y la promesa son los de la casa de Israel. Esto no significa que los demás no recibieron bendiciones indirectas de estos pactos, ya sea por asociación o por posición pero no por estar incluíos en el pacto. Tanto Ismael como Esaú como los no escogidos del pueblo de Israel recibieron bendiciones por asociación y por posición.
   En estos pactos establecidos por Dios vemos que aquellos con los que se establece el pacto son llamados "escogidos" y "pueblo o nación de Dios". El Pacto de la Gracia es un Pacto que sigue los mismos principios de los pactos anteriores que Dios ha establecido con el hombre. La diferencia de este pacto es que es mucho más amplio. Este pacto cubre las razas humanas de toda la tierra, no solo los hijos carnales de la casa de Abraham. El pacto con la casa de Israel fue una representación a menor escala de lo que sería el Pacto de la Gracia. "Abraham es un tipo de Cristo". De acuerdo al Apóstol Pablo, cuando Dios dijo a Abraham que el Pacto era para él y "su simiente", se estaba refiriendo a Cristo mismo (Génesis 17; Gálatas 3:16). De la misma manera en que los hijos de Abraham formaban parte del Pacto y sus bendiciones, ahora en el Nuevo Pacto, los hijos de Cristo (creyentes) forman parte del Nuevo Pacto y sus bendiciones como herederos según la promesa. Estos (cristianos) son "el Pueblo de Dios" y "los Escogidos". Es de notarse que bajo el Pacto de la Gracia se utiliza el adjetivo "escogidos", igual que se usaba con el Pueblo de Israel del Antiguo Testamento.
   El hecho de que los creyentes son llamados "Pueblo de Dios" (Mateo 1:21; Hechos 18:10), y "Escogidos", aun antes de ser salvos (2 Timoteo 2:10), significa que no todos los humanos forman parte de este Pacto sino solo aquellos que Dios ha "seleccionado" o "escogido" en Cristo, según dice la Biblia, desde antes de la fundación del mundo. De no ser así, la palabra "escogidos" no tendría ningún significado pues ella misma da a entender que algunos "no son" escogidos y no tienen parte en el Pacto de Dios aunque pueden de manera indirecta, beneficiarse de este, y lo hacen.
   De la misma manera que la familia o descendencia de Abraham se hacían miembros participantes del Pacto Abrahamico y del Pacto Sinaítico por medio del nacimiento natural (carnal) también los miembros del Pacto de Gracia (Nuevo Pacto) se hacen miembros deeste por medio del nacimiento espiritual (Nuevo Nacimiento). Aunque los miembros hayan sido "escogidos" desde antes de la fundación del mundo para ser hechos "hijos" y herederos juntamente con Cristo, estos miembros no pueden disfrutar los beneficios del Pacto de Gracia hasta que sean salvos por medio de la fe en Cristo. Los miembros del Pacto Abrahamico y Sinaítico eran declarados bendecidos antes de nacer por ser descendientes de Israel según la carne, pero estos al igual que los creyentes del Nuevo pacto, no llegaban a disfrutar de las promesas delPacto hasta después que habían nacido.
   Se esperaba que todos aquellos que nacían llegaran a ser miembros fieles a las obligaciones del Pacto para así también recibir los beneficios o "bendiciones" de este. De Igual manera se espera que aquellos que han "Nacido de Nuevo" y han entrado a formar parte de los beneficiados bajo el Pacto de Gracia se mantengan santos y guarden los mandamientos del Pacto.
           

        
   
   Entonces de la misma manera que Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
Por lo tanto, sabed que los que se basan en la fe son hijos de Abraham.
Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: “En ti serán benditas todas las naciones.”
  Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe.
Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas.
    Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque el justo vivirá por la fe. Ahora bien, la ley no se basa en la fe; al contrario, el que hace estas cosas vivirá por ellas.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe.
  Hermanos, hablo en términos humanos: Aunque un pacto sea de hombres, una vez ratificado, nadie lo cancela ni le añade. Ahora bien, las promesas a Abraham fueron pronunciadas también a su descendencia. No dice: “y a los descendientes,” como refiriéndose a muchos, sino a uno solo: y a tu descendencia, que es Cristo.
Esto, pues, digo: El pacto confirmado antes por Dios no lo abroga la ley, que vino 430 años después, para invalidar la promesa.
    Porque si la herencia fuera por la ley, ya no sería por la promesa; pero a Abraham Dios ha dado gratuitamente la herencia por medio de una promesa.
    Toda la vida de Abraham se centra en el pacto que Dios celebró con él; y es de tal importancia que supera al pacto en Sinaí (Gá. 3:15-18). El pacto en Sinaí tenía que ver con Israel; la promesa a Abraham con «todas las familias de la tierra», incluyendo también, ciertamente, la promesa de la tierra a su descendencia física a través de la línea de la promesa a perpetuidad, por cuanto Israel iba a ser instrumento de salvación (cp. Gn. 12:3; Is. 49:7). Suspendida ahora en cuanto a Israel por la desobediencia de la nación, verá su cumplimiento final cuando en la restauración de todas las cosas, en los tiempos mesiánicos, Israel, convertida a Cristo, será reinjertada, siguiendo el símil del apóstol Pablo, a las prerrogativas del pacto (Ro. 11).
    Abraham fue padre de Ismael, Madián y de muchos otros grupos orientales. No es de asombrarse que grandes multitudes lo aclamen como padre en aquel inmenso territorio del mundo, y que haya numerosas tradiciones con respecto a él. Su vida es para el cristiano digna de la más profunda atención, en vista de las maneras en que Dios se le reveló, en vista también de la formación de su carácter bajo las circunstancias en que Dios lo probó. También es digno de mucha atención como tipo de la vida del cristiano como peregrino y extranjero en esta tierra, buscando, como Abraham antaño, «la ciudad que tiene fundamentos, cuyo artífice y constructor es Dios» (He. 11:9-10).

Dios de pacto(Marcos Witt?



Heb. 8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
  Ya sea que discutamos el diezmo o asuntos mucho más importantes, el nuevo pacto no es simplemente un pacto antiguo "enmendado" - es realmente un "NUEVO" pacto, un "ministerio más excelente", un "mejor pacto", y está "establecido sobre mejores promesas". No logro entender por qué esta sencilla verdad es tan difícil de comprender. Esto significa que el don de la gracia es un ministerio más excelente, que el don de la gracia es parte de un mejor pacto, y que el don de la gracia está establecido sobre mejores promesas. A Dios no le pareció bien reafirmar el diezmo en los documentos del nuevo pacto.
Heb. 8:7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se habría procurado lugar para el segundo.
Heb. 8:8 Porque, reprendiéndolos, dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto.

Heb. 8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
  Ya sea que discutamos el diezmo o asuntos mucho más importantes, el nuevo pacto no es simplemente un pacto antiguo "enmendado" - es realmente un "NUEVO" pacto, un "ministerio más excelente", un "mejor pacto", y está "establecido sobre mejores promesas". No logro entender por qué esta sencilla verdad es tan difícil de comprender. Esto significa que el don de la gracia es un ministerio más excelente, que el don de la gracia es parte de un mejor pacto, y que el don de la gracia está establecido sobre mejores promesas. A Dios no le pareció bien reafirmar el diezmo en los documentos del nuevo pacto.
Heb. 8:7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se habría procurado lugar para el segundo.
Heb. 8:8 Porque, reprendiéndolos, dice: He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto.
   El "primer pacto" era la TOTALIDAD de la ley como fue dada a Moisés desde el Monte Sinaí. Sin embargo, sucedía algo erróneo con el pueblo del pacto antiguo. Todo Israel había prometido: "Todo lo que Jehová ha hablado, eso haremos" (Éxodo 19:8). Todo los israelitas habían dicho "Amén" doce veces al leérseles las doce maldiciones (Deut. 27:15-26). Pablo escribió: "Y la ley no es de fe, sino que dice: 'El que hiciere estas cosas, vivirá por ellas'. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición" (Gál. 3:12,13). Al fracasar Israel en la observancia de la ley por su propio esfuerzo, cayó bajo la maldición de Dios. Mientras estuvo bajo la maldición de Dios, su única salvación consistía en poner su fe en la misericordia de Dios, que abriría la puerta de la verdad para que Israel viera a Cristo Jesús.




¡"Y la ley no es de fe" incluye el diezmo! El diezmo era una ordenanza obligatoria. En realidad, ¡actuaba como LA ordenanza en que se fundamentaba toda la ley del pacto antiguo! El diezmo era la provisión de la ley que sostenía, y así hacía posible, la existencia misma del sacerdocio levítico por medio del cual Dios administraba el resto de la ley, sus sacrificios, y todas las otras ordenanzas y juicios (Números 3 y 18).
Heb. 8:9 No como el pacto que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
   El nuevo pacto es claramente diferente porque no es "como el pacto que hice con sus padres". Esto no es hablar en jerigonza. ¡Quiere decir exactamente lo que dice! La ley afirmaba: "Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas" (Deut. 27:26, Gál. 3:10). Cuando un Israelita de pleno derecho dejaba de diezmar, ese israelita quedaba la maldición del pacto antiguo (Mal. 3:9). Sin embargo, el cristiano no puede estar bajo la maldición de la ley del pacto antiguo. Cuando Pablo dijo: "Cristo NOS redimió de la maldición de la ley" (Gál, 3:13), se refería a los otros cristianos judíos que una vz habían estado bajo esa maldición.
Heb. 8:10 Por lo cual, éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo.
Heb. 8:11 Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, dieiendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.
Heb. 8:12 Porque tendré misericordia de sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.
Dios dijo: "Pondré mis leyes en la mente de ellos, y en su corazón las escribiré".
   Las leyes del nuevo pacto de Dios son leyes morales eternas que reflejan su carácter. Las leyes eternas son claramente obvias en la mente y el corazón de todo verdadero creyente. Aunque puede que el aspecto de "dar" del diezmo sea eterno, el "diez por ciento" es claramente cúltico y no ha sido revelado por el Espíritu Santo como un principio eterno después del Calvario. Las leyes morales de Dios no son de la naturaleza del diezmo, el cual requiere que una persona persuada a otra persona en relación con lo que ya no está obviamente "en la mente y el corazón". Para reiterar el punto, mientras que el "dar" puede ser moral, o natural, el "diez por ciento" es claramente cúltico y ya no es evidente en la mente.
Estos textos también dan a entender que el nuevo pacto será un sacerdocio de los creyentes, más bien que una jerarquía de ministros sostenidos por diezmos y que enseñan a los demás.
Heb. 8:13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
   Hace dos mil años, se escribió que las leyes del pacto antiguo ya eran "decadentes y estaban envejeciendo" (NAS), eran "obsoletas y viejas" (NIV); eran "anticuadas" (TLB). Gálatas 4:31 dice que el pacto antiguo había sido "echado fuera". La palabra de Dios es clara sobre este tema.

TODO SE LO DEBO A EL (Marco Yaroide)


    Es maravilloso comprender que nuestra esperanza no se afinca en el presente, en donde las circunstancias adversas muchas veces nos llevan a tambalear y a pensar incluso que no vale la pena seguir adelante. Nosotros, como hijos de Dios y gracias a la obra redentora del Señor Jesús, tenemos asegurado el estar por siempre en Su divina presencia. Es algo que nuestra mente finita no alcanza a dimensionar, pero que es realidad porque la sangre de Cristo lavó nuestros pecados y nos hizo aceptos delante del Padre.

  Vamos a poner el asunto en perspectiva desde un plano humano. Supongamos que usted necesita entrevistarse con el Presidente. Siguiendo el proceso normal de pedir cita, esperar respuesta y finalmente encontrarse con la negativa, ha comprendido que no será fácil. De pronto usted recuerda que es cercano al hijo de ese gran mandatario. ¿No buscaría usted un encuentro con la máxima autoridad de su país acudiendo a la mediación del hijo? Sin duda que sí. Eso es lo que ocurre—guardando las proporciones—con el Señor Jesús quien nos acerca al Padre.

  Hoy, además de tener acceso a Su trono de gracia y de misericordia, tenemos asegurada Su presencia en nosotros mediante el Espíritu Santo. Es Él quien nos ayuda a avanzar con pasos firmes y sostenidos en el proceso de crecimiento personal y espiritual.

  Estamos ahora bajo un nuevo pacto, el que hizo posible el sacrificio redentor del Señor Jesús. Y nuestro compromiso es vivir en consonancia con este nuevo orden que invalidó el pacto antiguo, que se fundamentaba en la Ley (v. 13).